Hábitos transformacionales

Javier Morodo

¿Te ha pasado que cuando quieres hacer un cambio, te abruma la idea misma de intentarlo? Esto es normal ya que solemos pensar en absolutos, lo cual inhibe considerar la viabilidad del cambio. Por eso, uno de los principios fundamentales que he adoptado es la capacidad de iterar pequeñas acciones de manera constante y con un propósito común. Estas acciones son las que llevan a los grandes resultados, ya que en conjunto crecen de manera exponencial.

“El interés compuesto es la octava maravilla del mundo. Los que lo entienden lo ganan; los que no, lo pagan.”

Esta frase que se le adjudica a Albert Einstein ha marcado mi vida profundamente. Siendo economista de formación y financiero de profesión, he logrado entender al interés compuesto desde muy temprano en mi vida adulta. Sin embargo, donde creo que puede tener mayor impacto no es en el dinero o patrimonio, sino en la vida personal. 

Mi amigo Oso Trava dice:

“No somos lo que decimos o pensamos, sino lo que hacemos repetidamente”

Esa es nuestra esencia. El problema es que muchas veces no tenemos consciencia de las implicaciones que tienen nuestras acciones y el futuro que éstas auguran si las seguimos repitiendo. 

En otras ocasiones, no queremos ser conscientes ya que nos produce dolor imaginar el cambio, ya sea porque nos sentimos imposibilitados para hacerlo o simplemente porque estas acciones nos generan placer de corto plazo, aun cuando sabemos que no es lo mejor para nosotros con el paso del tiempo. 

Por eso la importancia de establecer una estrategia que a través de pequeñas acciones nos ayude a desarrollarnos personalmente y a lograr nuestra visión de vida. Necesitamos construir fortaleza mental ya qué generar hábitos y transformaciones lo van a demandar.

Una gran técnica para lograrlo es usar la ingeniería inversa. Esto implica que primero respondas a la pregunta más difícil que podemos hacernos como humanos: “¿Quién quiero ser?”. Al tener claro el rumbo de la respuesta, la ingeniería inversa ayuda a desmantelar aquella idea en partes más pequeñas que, al sumarlas, construyan esa visión. Hacer este proceso repetidamente nos ayuda a visualizar con mayor facilidad las pequeñas acciones que, con el tiempo, nos permiten construir esta gran visión de lo que queremos llegar a ser.

Muchas veces hacemos esto sin saberlo: cuando aprendemos una nueva habilidad en la universidad, cuando entramos a un nuevo trabajo, cuando empezamos a entrenar para jugar algún deporte. Estas técnicas están asociadas a ciertas instituciones -empresas en las que colaboramos, universidades o incluso los mismos gobiernos- que de cierta manera nos guían para hacerlo. Sin embargo, nunca nos enseñan a hacer este proceso por nuestra cuenta, aunque probablemente sería una de las actividades con mayor valor si nos enseñaran esta mentalidad desde jóvenes. 

Aquí es donde entra mi historia. Después de terminar mi MBA en 2016 y de pasar un par de años muy intensos en los que tuve a mi primer hijo, estudiaba y fui nombrado director general de una de las empresas del grupo financiero en el que trabajo, me di cuenta de que llevaba mucho tiempo con un velo en los ojos. Había vivido bajo la excusa de que “no tenía tiempo”. En ese momento me di cuenta que siempre buscamos excusas para hacer la ley del mínimo esfuerzo y que podía proponerme lograr más para desarrollar mi máximo potencial. Fue entonces cuando me propuse crear un hábito transformacional una vez al año. 

Una vez al año me parece un buen plazo. No es ni mucho ni poco y es fácil de vendérselo a uno mismo, lo cual es más importante de lo que creemos. Algunos de estos hábitos transformacionales me han costado más trabajo de lo que hubiera imaginado, mientras que otros no han sido tan difíciles. Esto tiene mucho que ver con las situaciones de vida que cada quién esté atravesando y también con cualquier hábito o vicio (ya sean personales, profesionales o sociales) que se tenga desarrollado en aquel momento. 

Dicho esto, les platico los hábitos transformacionales que he desarrollado en esto últimos cinco años, lo que me ha funcionado para poderlos llevar a cabo y lo que he aprendido en esta aventura.

  • 2016. Me propuse formar un hábito de lectura importante leyendo un libro a la semana. No me fue tan difícil ya que estaba acostumbrado a leer de manera constante, pues en ese entonces llevaba año y medio estudiando una maestría donde abundaban los casos de estudio. Además, personalmente me gusta leer. Tengo la fortuna de ser intelectualmente curioso, lo cual ayudó ya que el volumen de lectura sí representó un reto. La manera en que lo logré fue agendando tiempos de lectura todos los días e inclusive generando nuevos canales, como son los audiolibros para poderlos hacer en paralelo con otras actividades. Confieso que hoy por hoy, no creo que leer mucho sea tan relevante como lo creía antes, ya que considero que la calidad es mucho más importante que la cantidad. Por ejemplo, antes tenía una fijación con acabar los libros. Ahora, probablemente termino solo uno de cada tres que empiezo. Creo que “leer mucho” es una medida de vanidad. Hay tanto que leer en este mundo que hay que ser más selectivos.
  • 2017. Decidí apuntalar mis hábitos de ejercicio. No me fue difícil ya que los llevo desarrollando desde la adolescencia. A los 18 años era extremadamente flaco (de ahí viene mi apodo), lo cual me motivó a empezar a ir al gimnasio. Con el paso de los años, al ver evolucionar mi cuerpo fui dándome cuenta de los beneficios de hacer ejercicio. Para desarrollar el hábito de 2017, contraté a profesionales que me ayudaran a crear rutinas balanceadas entre ejercicio aeróbico y anaeróbico con el propósito de potencializar mi cuerpo. Es muy importante entender el racional detrás de todas las actividades que hacemos. Para mí fue clave entender la fisiología del cuerpo humano y aprendí mucho sobre el beneficio de hacer ejercicio y el impacto que tiene en la calidad de vida y en la longevidad.
  • 2018. A partir de este año, empecé con mis hábitos más retadores, ya que eran temas nuevos para mi. En 2018 comencé a meditar. Confieso que cuando me hablaban al respecto, no entendía bien qué era la meditación. Al menos en mi caso, es uno de esos temas que no entiendes hasta que lo haces. Gracias a mi coach profesional, Soraia Kutby, este hábito que comencé casi a regañadientes ha sido de los más importantes en mi desarrollo personal hasta el momento. Tiendo a ser muy impulsivo y mi naturaleza curiosa me hace estar muy saturado mentalmente. Por lo cual, la meditación es un gran ejercicio para poder tener claridad mental, así como para trabajar en la autoconsciencia y la inteligencia emocional. Tomé cursos de meditación trascendental, la cual aplico casi todos los días. 
  • 2019. El reto de este año fue la alimentación. En este sentido, quería explorar las nuevas fronteras que propone el biohacking. Estuve averiguando mucho sobre el tema y luego de un par de intentos personales en los que experimenté con fasting y keto, decidí empezar un programa de coaching profesional al respecto, que narro con más detalle en este blog post.
  • 2020. Mi propósito fue empezar a escribir. Me impulsaron dos razones principales; una de ellas “egoísta” y la otra, “altruista”. Por un lado, escribir me ayuda a tener más claridad sobre los conceptos que voy desarrollando. Al escribir, te obligas a sintetizar la información y a comprenderla más de lo que supones. Además, tu escritura se convierte en un mapa del tiempo donde puedes ver qué pensabas en ciertos momentos de la vida. He descubierto que esta es una gran herramienta para regresar a cuestionarte a ti mismo. La importancia de la comunicación es uno de mis principios fundamentales y creo que está devaluado el inmenso poder que tiene en la sociedad. Por otro lado, la razón altruista por la que escribo, que expongo con más detalle en mi primer post, es mi deseo de contribución e impacto. Mi deseo de poder ayudar a la gente a tener más herramientas para que se puedan desarrollar, aprender de mis aciertos, de mis errores y, con suerte, mejorar sus vidas. 

Finalmente, tras cinco años de practicar hábitos transformacionales, he encontrado varios consejos que pueden servirle a quien quiera embarcarse en estos retos. Espero les sirvan. 

  1. Hacer un compromiso público al respecto. Esta es una gran técnica para obligarte a cumplir con tu hábito. Cada quien puede tener sus preferencias al respecto, pero entre más público sea el compromiso, mejor. La fuerza de voluntad es una de las características que más admiro en las personas, pero muchas veces nos ayuda tener presión social. 
  2. Encontrar y apartar un espacio en tu agenda (literalmente apartarlo) para dedicarle tiempo a este hábito. 
  3. Medir todo. Hay distintas métricas que pueden aplicarse para todo propósito, pero la clave es siempre medir el progreso. Entre más cortas y accesibles sean las métricas, más podremos ir iterando a partir de ellas. Así vamos teniendo una mayor motivación para ir desarrollando el hábito. Además, lo que no se mide, no se puede mejorar.
  4. Crea o acércate a grupos que ya estén realizando estos hábitos. Este año, junto con unos amigos, creamos un grupo de ejercicio y luego de más de 4 meses, muchos se han sorprendido de los resultados que han logrado. Nunca hubieran pensado de lo que eran capaces. Pero al final somos el resultado de la gente más cercana con la que estamos.
  5. Buscar “nudges” (“pequeños empujones” o “incentivos”) para crear una motivación recurrente al hábito. Yo uso esta app que se llama “streaks” (rachas) en donde me pongo una meta semanal para hacer ciertas actividades, ya sea meditación, ejercicio, escribir, etc. y va registrando cuántas semanas llevas con esas “rachas”. Estas pequeñas acciones ayudan a tener y mantener la motivación.

Podemos tener una visión grandiosa acerca de nuestro futuro, pero de nada sirve si no la ponemos en acción. No podemos esperar resultados distintos haciendo las cosas de la misma manera, siempre lo he dicho. Si queremos convertirnos, hay que empezar por invertirnos. Los hábitos transformacionales son un gran camino para lograrlo. 

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