Adiós, GBM. Hola, Bitso.

Javier Morodo

Siempre he tenido muy claro que mi camino es uno de crecimiento. Es un camino  apasionante, lleno de retos y aventuras, y aunque no es fácil, es la manera en que comprendo la vida. Crecer te permite conocer, aprender y redescubrirte. Es lo que me alimenta todos los días para ser la mejor versión de mí mismo, comerme al mundo, vivir en el presente y disfrutar hasta el último segundo. Hay tanto que desconocemos y tanto por conocer, pero la belleza de la vida está en las decisiones que tomamos conscientes de que nuestro tiempo en este planeta es limitado. 

Hace once años y medio, un 25 de noviembre del 2009, inicié mi carrera en GBM, empresa que durante más de una década ha sido mi segunda casa. GBM no es cualquier empresa de inversiones; es LA empresa de inversiones. Ha dominado las Bolsas de Valores en México y durante las últimas dos décadas ha sido líder absoluto de operación en los mercados de capitales, muy por encima de los grandes bancos globales. No es poca cosa.

Mucha gente no lo sabe, pero GBM es un semillero de talento en el país. La gran mayoría de los directores de las grandes empresas financieras en México han salido de esta compañía. Pero más allá de eso, GBM es una familia, un grupo de personas con una calidad humana que sobrepasa cualquier analogía que se me pudiera ocurrir.

Con apenas 25 años, entré a trabajar en esta gran empresa sin pensar que estaría aquí más de una década. Arranqué con un par de meses en el área de análisis, lo cual era casi un rito de iniciación. Después comencé mis labores en la mesa de capitales, algo que en su momento era un sueño para mí. Ahí tuve la oportunidad de experimentar toda la adrenalina de los mercados de valores. 

Poco tiempo después, me encargaron un proyecto piloto interno llamado Homebroker. Debido a mi perfil y entusiasmo, decidieron nombrarme el líder para desarrollar la idea junto con un pequeño equipo compuesto por un diseñador y dos desarrolladores. Hicimos muchas iteraciones, pero al cabo de seis meses teníamos la primera versión. Lanzamos en beta a un grupo cerrado de colaboradores en septiembre del 2010. Tras varios ajustes, el 17 de enero del 2011 nació GBMhomebroker

Para mí, en ese momento también nació mi visión acerca de la digitalización y la consecuente democratización de las inversiones. Y es que estoy convencido que las cosas necesitan ser creídas para ser vistas.

Sin haberlo esperado así, el proyecto comenzó a crecer de manera importante. Al empezar a dedicarle más recursos llegó más talento, y poco a poco fuimos incorporando mayor diversidad a los perfiles que se fueron sumando. Esto nos abrió los ojos hacia nuevas audiencias y maneras de pensar ajenas a una empresa financiera. Pero el crecimiento también trajo más retos, dificultades técnicas, debates internos y un sinfín de temas por resolver. Descubrí que realmente nunca estás preparado para la vida profesional, sino que la profesión misma te va preparando conforme te vas topando con algunos obstáculos. Por eso, como dicen, no hay mejor maestría que el trabajo. 

Durante estos primeros años, muchas veces me cuestioné la razón detrás de lo que hacíamos. ¿Por qué es importante que la gente invierta? Confieso que al principio no tenía una gran respuesta, pero con el tiempo la fui descubriendo al preguntarle a los directores, fundadores y colaboradores de la empresa cuál era la fuerza interna que los mantenía en GBM. ¿Qué impulsaba su motivación todos los días?

Logramos poner en palabras esta misión que nos mueve mucho: “Democratizar las inversiones”. Tiene un significado muy profundo, pues implica que todo el mundo tenga acceso a las mismas posibilidades de inversión que antes eran prácticamente exclusivas para un pequeño grupo de personas con gran patrimonio. ¿Por qué esto es importante? Porque las inversiones son el mejor camino hacia la libertad financiera. 

Las inversiones son la única manera realista de lograr lo imposible. Ya lo he dicho muchas veces: solo a través del interés compuesto se puede lograr un gran patrimonio. Por eso hay que salir a contar historias como la de Warren Buffett, quien se volvió uno de los hombres más ricos del mundo gracias al interés compuesto. Más personas deberían entender el poder de estos conceptos, ponerlos en práctica a través de las inversiones y alcanzar su libertad. Nos guste o no, la realidad es que el dinero es una precondición para el desarrollo del potencial humano. Lo que hay que hacer es entender bien el juego. 

En 2014 lanzamos Piggo, el primer asesor financiero digital o robo-advisor en México. Fue un proyecto increíblemente interesante que nos permitió simplificar lo complejo y poner en palabras todo aquello con lo que soñábamos: 

Nacimos soñadores.

Somos de esos que no paramos de soñar, de los que estamos acostumbrados a que nos vean como incapaces de aterrizar y que nos echen en cara todo lo que no hemos concretado. Pero no somos soñadores de cama; somos los que sueñan conscientes, los que elegimos soñar aún cuando el miedo parece más grande. No solo somos soñadores, también somos valientes. Necesitamos serlo para seguir soñando.

Dejamos de ser los que prefieren no soñar porque es más fácil seguir la rutina, donde todos estamos atareados en nada, donde el tiempo nunca alcanza y soñar parece un desperdicio. Dejamos de ser los que piensan que soñar no va con ser adulto y los que se quedan contenidos en sí mismos para sentirse a salvo.

Como soñadores de toda la vida y adultos profesionales, sabemos que nadie vive de sueños, pero el punto no es vivir de ellos; es vivirlos, punto. Retando esa creencia dejamos de ver el dinero como un fin y lo cambiamos por un puente. El dinero tiene que ser nuestro puente, un medio que nos dé la libertad de decidir qué queremos hacer. Si el dinero no nos da libertad, entonces algo estamos haciendo mal.

Queremos recordarte algo que ya sabías: en primer lugar, ni tú ni nadie quiere dinero. En el fondo, lo que realmente perseguimos es la ilusión de lo que creemos que sólo millones pueden comprar. La fantasía no son los millones en la cuenta de banco, sino el estilo de vida de completa libertad que supuestamente permiten.

Vamos a usar este puente para ir por nuestros sueños, porque nuestra vida es finita y única. Después de todo, no eres tu nombre, no eres tu trabajo, ni el saldo en tu cuenta de banco, pero sí eres la suma de todo lo que has vivido y de lo que estás por vivir.

Leer esto aún me enchina la piel. Y desde entonces descubrí que mi misión de vida iba a ser esta: ayudar a que más personas pudieran lograr la libertad financiera a través de las inversiones y del acceso a los mejores servicios financieros, para que, en consecuencia, pudieran desarrollar su máximo potencial y la mejor versión de sí mismos.

En 2017 GBM me encargó un nuevo reto profesional: ser el director general de la administradora de fondos GBM, una de nuestras empresas reguladas, con la intención de replantear su modelo de negocio y de transformarla hacia la era digital. A mis 31 años asumí esta responsabilidad con algunas dudas, pero siempre con el respaldo de mis grandes mentores y co-CEOs en GBM, José Antonio Salazar y Pedro de Garay, quienes siempre creyeron en mí. No hay nada más poderoso que la gente que quieres, respetas y admiras crea en ti. Sin duda, ese ha sido el mayor regalo que mis mentores, y ahora, grandes amigos también, me han dado. 

Pero fue en 2020 cuando todo cambió. Llegó la pandemia y con ella se aceleró el tiempo: tuvimos que enfrentarnos a la digitalización casi inmediata de los servicios financieros. Siempre he dicho que el éxito es la combinación de la suerte con la capacidad. Para surfear la ola más grande del mundo, la ola tiene que pasar, pero también la debes de saber surfear. No cualquiera sabe hacerlo, pero en GBM, vaya que estábamos preparados para surfear hasta un tsunami: pasamos de tener 40 mil cuentas de inversión en 2019 a más de 650 mil a finales del 2020. Crecimos 18 veces el número de cuentas en menos de un año. Impresionante. 

Estos resultados fueron un gran catalizador para GBM. Nos puso en la mira de de toda la industria y nos ayudó a consolidar el modelo digital como la punta de lanza de la empresa. Nos hizo enfocarnos en construir un modelo basado en tecnología para todas las áreas de negocio. Hoy GBM es una empresa de tecnología y cuenta con el talento, cultura y conocimiento de inversiones imposible de replicar. No tengo la menor duda que GBM va a lograr democratizar las inversiones y el resto de los servicios financieros. Se dice fácil, pero es el resultado de un largo proceso de iteraciones, aprendizajes y experiencias. 

Mi camino con Bitso se ha entrelazado a lo largo de toda esta historia. Descubrí el Bitcoin a finales del 2012, cuando en las noticias se hablaba sobre Silk Road y cómo este sitio utilizaba la cryptomoneda para intercambiar bienes y servicios de manera descentralizada. Desde entonces, el Bitcoin me ha llamado la atención porque cae exactamente en la intersección entre finanzas y tecnología, que ha sido mi especialización profesional. 

Fue hasta mediados de 2013 cuando finalmente me decidí a invertir en Bitcoin por primera vez. En México no había opciones para comprar crypto, por lo que me fue posible hacerlo hasta que mi cuñada, que trabajaba en Estados Unidos, me ayudó a abrir una cuenta en Coinbase. En ese momento fui muy cuestionado por personas a quienes les comenté sobre mi inversión en Bitcoin. “Es un esquema Ponzi”. “Es un fraude”. “Es puro lavado de dinero”. Y si bien no tenía la certeza absoluta para refutar muchos de estos cuestionamientos, siempre tuve la convicción de que había algo grande detrás de esta innovación. Sabía que invertir en Bitcoin me iba a obligar a involucrarme más con el tema, a entrarle al famoso rabbit hole, y sí… quizás no imaginaba la gran aventura que me esperaba. 

El 2013 marcó uno de los ciclos alcistas en Bitcoin. Después del hack de Mt. Gox, el mayor exchange de Bitcoin en ese momento, el mercado comenzó un periodo bajista que duró hasta el 2016. En el ínter, yo me obsesioné con el tema. En 2014, conocí a Pablo Gonzalez y Ben Peters, cofundadores de un pequeño proyecto de nombre Bitso que pretendía ser el primer exchange de crypto en México.

Los conocí en un hackathon de fintech que organizó una comunidad de estudiantes llamada Catapulta. Nos echamos unas chelas y platicamos sobre el potencial de Bitcoin. Poco tiempo después, abrí mi cuenta en Bitso y comencé a usarla. Daniel Vogel, hoy CEO de Bitso, se unió al proyecto ese mismo año. Yo tendría el gusto de conocerlo también por esa época, y desde entonces se ha vuelto un amigo cercano. 

En 2015 reunimos a la gente de Bitso con el equipo de inversiones de GBM. Estuvimos muy cerca de invertir en una ronda de capitalización muy temprana, pero por cuestiones de incertidumbre regulatoria no pudimos hacerlo. Sin embargo, siempre ha existido una gran simpatía entre ambas empresas. Hemos tratado de encontrar maneras de apoyarnos mutuamente, porque al final creo que ambas compañías buscamos lo mismo: cómo ayudar a más personas a tener acceso a mejores servicios y productos financieros para que cada quien pueda lograr su máximo potencial. 

La manía de las cryptos y el mercado alcista llegaron en 2016 y 2017. Fue un periodo muy interesante en el que se vislumbró un futuro más allá de Bitcoin. Se consolidaron proyectos como Ethereum y se empezó a hablar de un nuevo asset class; narrativas como las de “Blockchain, not Bitcoin” inundaban la prensa, ya que, como siempre, los incumbentes buscan mantener su estatus. El equipo de Bitso tuvo uno de los momentos más turbulentos de su historia con la gran volatilidad en los mercados y un par de reveses de las autoridades regulatorias en México. Pero lo que no te mata te hace más fuerte: todo esto ayudó a que la empresa consolidara sus sistemas tecnológicos y preparara el andamiaje regulatorio para poder escalar su oferta de servicios. 

Con el 2018 llegó un nuevo periodo bajista en el mercado de crypto. Bitso pudo fortalecerse y crear nuevos casos de uso para sobrevivir el famoso invierno. Crearon toda una plataforma de remesas y aplicaciones de consumo para hacer transferencias peer to peer y tener mejores capacidades de trading. Es decir, se concentraron en hacer “crypto que todos pudieran usar”, y en 2019 transaccionaron cerca del 5% de las remesas de Estados Unidos a México. 

Ese mismo año, Bitso abrió una nueva ronda de inversión y su equipo me invitó a participar junto con mi fondo Goat Capital. Participamos en la ronda y desde entonces he estado mucho más cerca de la empresa. 

Para Bitso, el 2020 también fue un parteaguas. El Bitcoin subió de $7 mil a casi $30 mil dólares a finales de año, lo que provocó un renovado optimismo en el mercado. Al igual que GBM, Bitso estaba preparado para surfear la ola más grande. Vaya que lo hizo: Bitso abrió sus servicios en Argentina, amplió su oferta de productos, levantó una nueva ronda de financiamiento con fondos estratégicos y superó el millón de cuentas. En los últimos meses también ha abierto operaciones en Brasil, superó los 2 millones de cuentas y hace una semana anunció una ronda de financiamiento que ya le da el estatus de “unicornio” con una valuación de más de 2,2 mil millones de dólares. 

Desde hace unos meses he estado platicando con Daniel, CEO de Bitso, quien con mucho entusiasmo me invitó a sumarme a la misión de crear un mejor sistema financiero montado en crypto para toda Latinoamérica. El reto es gigantesco, uno de los que provocan escalofríos con solo pensar en la oportunidad y el impacto que podría tener en cientos de millones de personas. Si bien en México el tema de inclusión financiera es un gran problema, en Latinoamérica lo es aún mucho mayor. Ayudar a más personas a lograr la libertad financiera se ha convertido en mi misión de vida. Es una oportunidad que no puedo dejar pasar.

La única constante es el cambio, así comprendo yo la vida. Creo que está hecha de ciclos de descubrimiento, de aprendizaje, de catarsis y de redescubrimiento. Es estar en movimiento, evolucionar, crecer, salir de tu zona de confort, retar al estatus quo y apostar por tus ideales respecto a la vida. 

Pareciera repentino, pero es el destino. Me voy a Bitso muy orgulloso de todo lo que hemos logrado en GBM y también con mucha nostalgia, pero sabiendo que el equipo está completamente preparado para esta nueva etapa. Me voy a democratizar las inversiones y los servicios financieros sobre una tecnología como blockchain en la que creo profundamente, en una empresa y plataforma como Bitso que cuenta con un gran talento, cultura y liderazgo. Llego a Bitso con toda la energía y con mucha experiencia sobre mis hombros, con muchos retos y mucha incertidumbre, pero con mucho optimismo.

Un gran amigo me dijo hace algunos años una frase que me marcó la vida y con la que me identifico mucho. Decía Teddy Roosevelt:

No es el crítico el que cuenta, ni el hombre que señala cómo tropieza el más fuerte o en dónde alguien pudo haber hecho un mejor trabajo. El crédito le pertenece al hombre que está en la arena, cuyo rostro está estropeado por el polvo, el sudor y la sangre; aquel que se esfuerza con valentía; aquel que falla y se queda corto una y otra vez, pues no hay esfuerzo sin errores ni defectos; aquel que sí lucha por hacer las cosas; el que conoce sobre el gran entusiasmo, la gran devoción; aquel que se desgasta en una causa que valga la pena; aquel que sabe que en la mejor de las circunstancias, el final estará lleno de triunfo y grandes logros, y que, en el peor de los casos, si fracasa al menos lo hará mientras se arriesga al extremo, para que su lugar nunca esté con aquellas almas tímidas y frías que no conocen la victoria o la derrota.

Siempre he intentado ser así, y esta vez no será la excepción. Mejor fracasar que nunca intentarlo. Mejor imperfecto que inexistente. A ver qué me depara esta nueva aventura, el futuro les pertenece a quienes se atreven a soñar. All in. 

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